Profesora asociada
Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y Dpto. de Ciencias Históricas
Universidad de Chile

 

Acoso sexual en las universidades: sobre Jaime Massardo Blanco

El año 2006 el sociólogo e historiador Jaime Massardo Blanco fue despedido de la Universidad de Chile por acoso sexual sistemático que afectó a una treintena de mujeres (estudiantes y académicas). Hoy, 11 de abril de 2016, recibo la noticia de su muerte. Siempre pensé que este momento me alegraría, sin embargo, sólo me embarga la
impresión y la melancolía: impresión por el momento en que este hecho se produce (el empoderamiento de las comunidades universitarias contra los acosadores), y melancolía porque estas situaciones de abuso nunca comienzan ni terminan con el autor de los hechos.
Ese lejano 2006 la autoridad de la Facultad de Filosofía y Humanidades nos creyó, investigó y procedió, pero hasta el día de hoy no nos abandona el peso de los cuestionamientos, las descalificaciones y las complicidades varias: la de algunos estudiantes que hicieron amago de defenderlo y la de los académicos y personalidades del mundo de la izquierda que, desde fuera de la Universidad de Chile, activamente lo reivindicaron, pese a que su comportamiento era de público conocimiento (hubo múltiples llamadas de presión a los académicos del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y a otros de la Facultad para defenderlo, los alegatos que más se repetían eran que se trataba de una “cacería feminista” y que el denunciado en cuestión había combatido a la dictadura y sufrido la prisión política, dejando entrever que lo que nosotras vivíamos eran costos menores y que todos y todas le debíamos algo).
Jamás olvidaré las acciones que fueron más públicas y que nos ofendieron en nuestro propio espacio: la primera, protagonizada por un académico que por entonces pertenecía a la Universidad Alberto Hurtado, quien canceló la conferencia que se había comprometido a dictar en las Jornadas de Estudiantes de Postgrado de ese año, señalando como motivo la solidaridad con Massardo, dejándonos de brazos cruzados. La segunda corrió por cuenta de un todavía académico de la Pontificia Universidad Católica, quien en esas mismas Jornadas partió la presentación de un libro invocando al “Monseñor Jaime Massardo”.
Nuestra Facultad también fue presa del olvido express pues en los meses posteriores se anunciaba una actividad donde el desvinculado profesor realizaría una conferencia magistral. El evento era convocado por académicos del Centro de Estudios de Género y Cultura de América Latina y del Departamento de Filosofía. Nuevamente nos vimos en la obligación de revivir la traumática experiencia enviando una carta al Decanato, exigiendo coherencia institucional y respeto a las víctimas. Nunca supimos si fue por acción de la autoridad o por la comprensión de los/las organizadores/as, pero el hecho es que la conferencia fue cancelada.
La compulsión de este acosador y el masivo número de sus víctimas facilitó la reacción siempre esquiva de las autoridades en distintos planteles académicos, fue así como antes de llegar a la Universidad de Chile había sido expulsado de ARCIS y tras la desvinculación en nuestra casa de estudios fue despedido, por el mismo motivo, de la Academia de Humanismo Cristiano. Posteriormente, fue contratado por la Universidad de Valparaíso, donde continuó con sus prácticas. Lamentablemente, sólo la enfermedad que concluyó ahora con su muerte libró a las estudiantes y a las académicas de seguir siendo acosadas.
Mi reflexión de estos años y, por qué no decirlo, mi rabia, se ha concentrado en los cómplices que por acción u omisión son también responsables de que las víctimas de personajes como este y tantos otros, se multipliquen. El reciente episodio vivido en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, que terminó con la desvinculación de Fernando Ramírez Morales, demostró que pese a los años, el guión de los cómplices sigue siendo el mismo: “algo habrán hecho”, “la acusadora es coqueta”, “no es para tanto”, “una caza de brujas”, “existe agenda oculta”, y un largo etcétera. Por lo general, son los mismos y las mismas que celebran los chistecitos misóginos, palmotean la espalda del colega “pícaro” y celebran sus supuestas conquistas.
La envergadura alcanzada por el movimiento que estamos presenciando y el aporte de los colectivos estudiantiles feministas, que por años han sembrado con paciencia una semilla que hoy germina, parece indicar que a partir de ahora no son buenos tiempos para los acosadores sexuales. Espero que tampoco lo sea para los cómplices.