Por Antonia del Solar Benavides, periodista e integrante de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, al igual que diversas organizaciones feministas, han indicado la relevancia que adquieren los medios de comunicación cuando hablamos de violencia patriarcal. La reproducción de estereotipos y roles de género, la invisibilización de las mujeres en distintos ámbitos, la banalización de la violencia contra las mismas y la revictimización, son algunas de las expresiones más claras respecto a cómo la prensa y la televisión normaliza y reproduce la violencia contra mujeres y niñas.

Aun cuando el movimiento feminista, tanto en Chile como en el mundo, ha ido avanzando rápidamente, generando cambios de conciencia en relación a la violencia y discriminación hacia las mujeres, pareciera que los medios de comunicación se han mantenido resistentes respecto a estas transformaciones.

Podemos alertar algunos incipientes cambios, por ejemplo, ya no acostumbran llamar a los femicidios “crímenes pasionales”. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, la liviandad con que se abordan los crímenes misóginos sigue siendo la misma. La violencia contra mujeres reducida a una sección de la crónica roja, como un hecho excepcional, aislado, en vez de dar cuenta que corresponde a un problema social, político y cultural, que atañe a la sociedad en su conjunto, incluyendo a los medios masivos.

En 2018, a partir del análisis de la representación de las mujeres en los medios de comunicación y a la cobertura que le dan a hechos de violencia machista, la Red Chilena incluyó en su reconocida campaña ¡Cuidado! El Machismo Mata un mensaje que interpela a los medios masivos: “Saca la misoginia de tu línea editorial”. Una consigna que invita a mirar cuidadosamente la forma en que se hace periodismo, en que se construyen narrativas y se normaliza o, por el contrario, se concientiza respecto al grave problema político, social y cultural que constituye la violencia machista.

Ejemplos de coberturas deplorables hay en exceso. Coberturas que se salen de los márgenes éticos como, por nombrar algunos más recientes, la exposición del informe ginecológico de Nabila Rifo en Canal 13, la defensa férrea a Alberto Jesús López, más conocido como el Trovador del Gol, en el diario La Cuarta a partir de las denuncias por violencia intrafamiliar en su contra, el lavado de imagen a Camilo Castaldi, apodado Tea Time, ex integrante de Los Tetas en La Tercera y, ahora último, TVN en su noticiero central haciendo público el informe psicológico de Fernanda Maciel, víctima de femicidio y de un Estado que investiga de manera negligente los crímenes contra mujeres.

Es en este contexto donde el compromiso con las escuelas de periodismo y los medios de comunicación hegemónicos, independientes y comunitarios es imprescindible. Hacer un vuelco y dejar de centrar la atención en la malinterpretada libertad de expresión y posicionarnos desde la vigencia de los derechos humanos. Un periodismo que se enseñe y se practique desde una ética que sepa informar sobre vejez, niñez, discapacidad, pueblos originarios, migrantes, pobreza, privadxs de libertad, disidencias y, por supuesto, mujeres. Que esté consciente de los convenios y acuerdos internacionales a los que Chile suscribe y que constantemente olvida. Que sepa comunicar sin hacer de las personas mercancías para el rating. Que ponga los acentos en las responsabilidades de los poderes mucho antes que en la vida privada de las personas. Que distinga interés público de morbo. Que aspire a contribuir a la erradicación de la violencia misógina antes que a reproducirla y, de paso, hacer de ella un espectáculo o un mero recuento de víctimas.