En la educación formal probablemente -o probablemente no- nos contaron que un 8 de enero de 1949 el presidente Gabriel González Videla le había concedido el derecho a voto a la mitad de la población. “¡Nada más alejado de la realidad!” exclamaría hace meses atrás la feminista y administradora pública Priscila González, en la presentación del libro Nunca más mujeres sin historia, la última publicación de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. Y es que el relato androcéntrico -aquel elaborado desde los hombres y para los hombres y que osa aparentar neutralidad- ha invisibilizado insistentemente las luchas y organizaciones de las mujeres a lo largo de la historia.

María Stella Toro: “Los derechos que nos faltan por obtener no llegarán sin movilización”

La historiadora y activista feminista María Stella Toro explica que, si bien, el 8 de enero de 1949 se realizó en el Teatro Municipal de Santiago el acto público que coronaba la lucha que por más de 20 años sostuvieron diversas organizaciones de mujeres por la obtención de los derechos políticos y, a pesar de que el acto fue transmitido por radio y que salió profusamente en la prensa de la época, poco sabemos de lo que pasó ese día.

“Rápidamente el sufragio femenino pasó a contar entre las ‘obras’ del gobierno de turno, obviando la profunda paradoja en que aconteció, pues se produjo en el contexto de la persecución y cancelación de los derechos políticos de algunas de las mujeres que habían peleado por el voto” señala la académica.

Tal fue el caso de Elena Caffarena, abogada feminista, delegada de la Federación de Instituciones Femenina (Fechif) e integrante y co-fundadora del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (Memch) -activo hasta el día de hoy-. Elena, pese a haber sido una de las impulsoras del sufragio femenino, no fue invitada a la celebración del decreto y solo tres días después, sus derechos civiles fueron suspendidos por el gobierno bajo el alero de la Ley Maldita, que perseguía a militantes del partido Comunista, aún cuando la jurista ni siquiera adscribía a él.

En relación a esto, María Stella expresa que desde el mismo momento del reconocimiento “la democracia se mostraba con todas sus limitaciones y matices, como ha seguido sucediendo en estos 70 años, donde todas sabemos que los derechos obtenidos por las mujeres están en permanente amenaza y que los que nos faltan por obtener no se llegarán a cumplir sin organización y movilización”.

Paulina Weber: “El voto femenino no fue lo único por lo que luchó el Memch”

El Memch fue fundamental en el proceso de lucha que condujo a la obtención de los derechos políticos plenos de las mujeres. Luego de su fundación en 1935 las mujeres convocaron al Primer Congreso Nacional de Mujeres en 1944, ahí se constituyó la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (Fechif), la que terminó por culminar el proceso de las sufragistas en Chile.

Durante la dictadura el movimiento de mujeres decidió refundar el Memch, que en este caso se denominó Memch ‘83 y estuvo formado por sus fundadoras originales Elena Caffarena y Olga Poblete. En esta época se constituyó la organización como un espacio articulador y coordinador de organizaciones que correspondían a extensiones en el movimiento social de los partidos políticos de izquierda proscritos. La base social de esta articulación eran las mujeres.

Paulina Weber es una de las feministas que se unió al Memch ‘83 a la lucha antidictatorial y hoy es la directora del actual Memch, el cual cumple una labor social y comunitaria. La activista recuerda la historia de la organización y remarca como un hito muy significativo la obtención del voto femenino.

“El Memch es reconocido por su lucha por el voto femenino. Hasta el día de hoy nosotras seguimos peleando por la participación de las mujeres en política y en la democracia, en una construcción más democrática del país. No solo en la participación política, en otros aspectos falta mucho por llegar a solucionar todos los problemas”, comentó Paulina.

Respecto a la conquista de los derechos políticos de las mujeres la activista señaló que “el voto es casi un símbolo, porque antiguamente las mujeres no teníamos derecho a elegir ni a participar de espacios de poder, a aportar, expresar nuestras opiniones. Solo una elite pequeña de intelectuales podía dar opiniones o traspasar esta muralla tremenda que durante siglos impidió ver y valorar a las mujeres”.

Eso sí, la directora del Memch aseguró que “el voto femenino no fue lo único por lo que luchó el Memch. Se luchaba por los derechos sexuales y reproductivos, en contra de la violencia, por organizar a las mujeres en igualdad, para que no fuéramos ciudadanas de segunda clase”.

Por último, Paulina valoró los avances conseguidos por las mujeres, a través de largos procesos de lucha y organización. “Nos ha costado mucho, no sólo sacrificio y trabajo, al mismo tiempo hemos necesitado mucho coraje. Antes no se nos reconocía el derecho a participar, opinar y decidir respecto de qué clase de vida o sociedad queremos tener. Hemos logrado muchos avances”.

Sandra Palestro: “No es suficiente ser mujer para propiciar cambios para la vida de las mujeres. Es necesario tener conciencia respecto a la condición de mujer”

Sandra Palestro, socióloga, integrante de la Coordinación Nacional de la Red Chilena y activista feminista analizó el hito remarcando la invisibilidad histórica en que quedó relegada la lucha décadas de las mujeres organizadas.“Cuando se conquistan los derechos políticos plenos, resulta inmediata esta sensación de invisibilidad de las mujeres. Como dicen los historiadores, las mujeres no tenemos historicidad, no somos capaces de hacer impactos sociales con nuestras ideas o acciones que transformen la sociedad. De esta forma, queda el hecho mismo encapsulado en que Gabriel González Videla concede a las mujeres el derecho a voto, invisibilizando décadas de lucha.”, explicó Sandra

En esa misma línea Sandra apunta que hasta el día de hoy tanto el pensamiento conservador así como también el pensamiento progresista más patriarcal ha producido una especie de espejismo de igualdad: “se puede decir que ahora nosotras tenemos derecho a voto entonces podemos ser elegidas y elegir pero las condiciones no son las mismas para las mujeres. Se supone que podemos acceder a todos los espacios, sin embargo, en la práctica es imposible. Hay un desfase entre el cambio legislativo -y lo que cuesta hacerlo- con las transformaciones culturales”

La socióloga expresa que a pesar de que incluso la Constitución indique que todas, todes y todos somos iguales, en la realidad esto no se manifiesta: “ Recordemos que el acceso a los espacios de poder funciona como un acumulado de discriminaciones donde se van cruzando más elementos que te van secundarizando y subordinando en esta estructura social como la clase, el género y las etnias”.

Así mismo, la activista sostiene que hoy un gran segmento de los feminismos no piensa que la incorporación de las mujeres a la institucionalidad, principalmente a estos cargos de representación popular, sea un beneficio por sí mismo “Se sabe que las instituciones son las instancias donde se moderan los conflictos, ese es su rol. Ahí todas las transformaciones quedan traducidas a la mitad o menos. No es suficiente ser mujer para propiciar cambios para la vida de las mujeres. Es necesario tener conciencia respecto a la condición de mujer, una conciencia política que te permita pensar la capacidad transformadora de las mujeres en esta sociedad. Sin esa conciencia es muy difícil pensar en cambios o en una revolución”.