Por Antonia del Solar Benavides

Fotos por Carolina Ibacache y Catalina Águila

A las once de la mañana del viernes 20 de abril el salón Eloísa Díaz estaba repleto. Personas de todas las edades, en su mayoría mujeres, llegaron hasta la Casa Central de la Universidad de Chile para asistir al lanzamiento del último libro de la articulación.

Con un video de animación creado por Maya Palestro se abrió el evento. La pieza audiovisual, Así me quiero, realizada durante su práctica dentro de la organización, trataba sobre la importancia de querernos a nosotras mismas, pese a los cánones de belleza, a los ninguneos, a las opiniones constantes sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Luego, la cantautora chilena Paulina Pérez tocó Teje y Cose de su disco Cuando la mujer se vuelve canción y así, coreando todas juntas dimos paso a la presentación de Nunca más mujeres sin historia. Conversaciones Feministas.

En el escenario, la activista Silvana del Valle, presidiendo la actividad y las tres comentaristas, dos de ellas integrantes de la Red Chilena: Sandra Palestro, socióloga y coautora del libro y Priscila González, administradora pública Magíster en estudios de género y cultura, junto a la editora y doctora en literatura Elena Águila. Todas listas para abordar lo que les dejó el libro, las preguntas que se hicieron, los recuerdos que advinieron a partir de este compilado de relatos y reflexiones elaboradas por Sandra Palestro, Francia Jamett, Daniela Lillo, Lorella Lopresti y María Stella Toro. De fondo, fotografías antiguas y actuales de mujeres. Mujeres movilizándose, estudiando, compartiendo, creando.

El libro propone una nueva mirada sobre nuestros quehaceres y experiencias. Nos invita a mirar las luchas que dieron aquellas que estuvieron antes que nosotras y nos insta a reconocer nuestro propio trabajo. Nos invita a observar nuestras vivencias y las de nuestras amigas, madres, hermanas, abuelas, colegas y usar todos los formatos para construir un registro, una historia propia que nos permita ser sujetas transformadoras, que no nos relegue a un recuadro, que no nos sitúe como las invitadas de piedra de los acontecimientos locales, nacionales, universales. Una historia que nos entregue más referentes y menos silencios.

Sandra Palestro comenzaba su presentación contándonos cómo había sido el proceso de construcción de este libro. Cómo, en un principio, pensaban elaborar propuestas para una educación no sexista, pero luego esa idea quedaba atrás y aparecía de a poco la intención  de hacer una reinterpretación de la historia: “Absorbemos una enseñanza androcéntrica que nos hace ajenas de nosotras mismas; lo valorado en esta cultura es la acción masculina, es la historia per se. Lo que hicieron y lo que hacemos las mujeres es omitido o secundarizado, no es importante; da lo mismo haber estado en una revolución, ampliado la democracia o estar reproduciendo cotidianamente la existencia humana, no importa, y esto impacta en todas las dimensiones de la vida de las mujeres”.

A través de las palabras de la co-autora nos íbamos enterando de los debates y preguntas que habían ido surgiendo. “Nos preguntábamos por qué si tenemos historia no fluye, ya sabíamos que nada en esta cultura patriarcal ayuda a promoverla, pero ¿por qué no está en las conversaciones familiares ni entre amigas? ¿cuánto de esta historia conocemos?” expresaba Sandra y confesaba, cómo de ahí en adelante, la conversación se había convertido en una enumeración y rescate de las más variadas acciones y manifestaciones realizadas por mujeres: la Cueca Sola, las arpilleras, las canciones, entre tantas otras. Y de pronto entonces, nos reveló la interrogante que propuso María Stella, también coautora: “Lo que queremos hacer no es reinterpretar la historia tal como ha sido narrada, sino más bien reinterpretar las formas de ver y de hacer la historia; también las formas de relacionarnos, de autoconocernos, de transformarnos, de construir desde las diversas subjetividades que se juntan en distintos momentos”

Por su parte, Elena Águila en su presentación  volvía a la conocida frase “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla” pero esta vez para dar un giro: “como si de la historia solo se pudiera aprender el error (o el horror). Aquello a enmendar. Los caminos por los cuales no deberíamos volver a transitar porque trajeron el mal a la comunidad, el dolor, la violencia, la muerte. El olvido se podría pagar caro, pero… los pueblos que no conocen su historia tal vez están condenados también a no repetir los destellos utópicos, las expansiones de los límites de lo posible, las revueltas del sentido común que produjeron en el devenir de sus organizaciones y de sus movilizaciones. A la historia no deberíamos ir necesariamente, o solamente, a buscar el trauma”.

Elena entonces nos hablaba de los costos de no conocer la historia propia y no contar con referentes, ya no por el miedo a repetirla, sino por el riesgo de no resctarla y continuarla ahí  donde hubo “prácticas liberadoras, asociatividad creativa, fiestas de aprendizajes. Allí donde hubo coraje y dignidad”.

En esa misma línea, Priscila González durante su presentación nos interpelaba: “a veces nos atrevemos a creer que vamos a inventar el 8 de marzo, creemos que desde siempre han existido las marchas del 25 de noviembre. No y no. O se nos hace creer que un día a un varón se le ocurrió la bondadosa idea de otorgarnos derechos. Nada más alejado del curso de los hechos. Con el texto le vamos haciendo frente a las dificultades específicas para una historiografía que nos refleje”. Y recalcaba que claro está, nosotras tenemos mucho que descubrir, recopilar y relevar en este proyecto que es escribir y reescribir la historia, entonces el cuestionamiento: “A los machos de la historia hay que preguntarles, ¿van a quedar bien parados después de eso? El ex profesor de la Facultad de Filosofía y Humanidades Leonardo León pensó que iba a salir con su honra intacta (..) Aunque no fue precisamente por las denuncias por acoso sexual en esta misma Universidad, sí fue condenado por la justicia por abuso sexual en contra de su hija. Y aquí estamos, las pintiparadas de la historia social, las que hicieron el escándalo y que tildaron de exageradas, lanzando esta publicación”.

Luego de los comentarios de las tres presentadoras, Silvana daba pie para que las y los participantes pudieran hacer sus planteamientos o exponer nuevas preguntas. Lo maravilloso fue que entre las mismas personas presentes se produjo el diálogo. Desde el público no solo surgían preguntas dirigidas a las presentadoras, también acotaciones, ideas, experiencias y es que estábamos todas, todos y todes siendo invitadas a observar nuestros quehaceres, a valorar los espacios en los que hemos o estamos habitando, a repasar la historia de nuestras madres, abuelas y antecesoras.

La actividad cerró con el visionado de Viejas amigas míasel primer cortometraje de la Red Chilena realizado junto a la cineasta Tana Gilbert, quien durante el 2017 se acercó a la articulación para proponer un trabajo colaborativo y que tuvo como resultado la aparición y apoyo voluntario de niñas y mujeres tanto delante como detrás de cámara. Este trabajo audiovisual explora un diálogo entre generaciones de mujeres: las que fueron, las que estamos y las que vendrán.

Ese fue el tono del lanzamiento de esta nueva edición: el de encontrarnos y poner a disposición las ganas y las diferentes herramientas de cada una, sea un cortometraje, un video de animación, una canción o un libro. Una invitación a explorar todos los formatos para rescatar y hacer memoria desde todos nuestros espacios de forma colectiva: “que los miles de pequeños gestos de rebeldía cotidiana de las mujeres, van cambiando la vida, como decía Julieta Kirkwood, y esta mezcla que rompe lo público/privado ES nuestro lugar en la historia. Lo que buscamos entonces es la valoración, el posicionamiento de un modo de mirar con nuestros ojos la vida, porque la historia es la vida misma, lo que hemos sido, lo que somos, lo que estamos construyendo”.