cueca

Sobre violencia machista: Septiembre, ¿Fiesta de la Independencia?


Por Guisela Parra Molina de Movimiento Feminista de Elqui

Esa chiii, esa chiquilla que baila, pero miren, miren cómo le hace, se le cae la pollera. Y el huasoooo, el huaso que la acompaña, pero miren, miren cómo le hace, se acerca y se la asujeta… Es septiembre. Suenan las cuecas por todo el país. Chile se apronta a celebrar sus Fiestas Patrias para conmemorar el Día de su Independencia. En Coquimbo ya se prepara la tradicional Pampilla, donde, ciertamente, no veremos ni la pollera ni el pañuelo de nuestra compañera Patricia Balcázar Rojas. Porque la efeméride que conmemora esta mujer –y con ella el Movimiento Feminista de Elqui y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres- no se relaciona con ninguna independencia ni tiene nada de festivo. Hace un año, el 8 de septiembre, su marido, Gustavo Segovia Vega, la apuñaló con un atornillador hasta dejarla casi muerta. Por intervención divina o terrena, no la dejó muerta por completo, al menos físicamente.

No sería raro que en la Pampilla sí encontráramos bailando cueca a Gustavo Segovia Vega, que a diferencia de nosotras, tiene mucho que celebrar. Puede zapatear y beber a la salud de la libertad que goza gracias al sistema así llamado de justicia, en que la mentada justicia parece ser un bien tan limitado y escaso, que no alcanza para cubrir la parte que corresponde a las mujeres. Debido a esa escasez, garantiza impunidad a hombres capaces de agredir a su pareja o a otras mujeres, de muchas y variadas formas. Que debemos denunciar, nos dicen los medios, los organismos gubernamentales, amigas y organizaciones varias. Que cualquiera, sea víctima o testigo de una agresión, puede denunciarlo.

Recuerdo haber trabajado y peleado desde el año 1990, allá en mi juventud, para que existiera lo que después se llamó Ley de Violencia Intrafamiliar… El resultado de la denuncia de Patricia fue, primero, una orden de restricción que no impidió que el tipo entrara a su casa y la atacara en su propio dormitorio. El segundo resultado es que él pueda ir a cumplir con su firma mensual y después celebrar bailando cueca.

Eres chiquita y bonita, eres como yo te quiero. Pareces campanillita hecha de mano’e platero. Eres chiquita y bonita… Otra cueca del folclor tradicional. Tan tradicional como se ha hecho en Chile el femicidio, que no es otra cosa que el enojo, llevado al extremo, de un hombre al que le gustaba esta cueca, la mano’e platero le falló y la mujer no le salió chiquita y bonita como él la quería. Entonces echó mano del poder que le otorga la cultura y se sintió con todo el derecho que le da la sociedad a agredir a quien supone “su” mujer. Para usar lenguaje de cueca, una prenda de su propiedad, que quiere corregir mediante el castigo: sea burda y abiertamente físico; psicológico o sexual, que son menos notorios y pueden pasar socialmente inadvertidos; o violencia sutilmente discursiva. Es el cuento más repetido de la historia, pero nunca ha terminado en final feliz.

 
Voy a pedirle a la nada que se lleve tu recuerdo, tormento del alma, que se lleve tus miradas y también mi sentimiento, tormento del alma…. Nada tuyo me sirve, y eso es muy cierto, tormento del alma. Es septiembre y seguimos bailando cueca… Efectivamente, eso es muy cierto, tormento del alma: nada tuyo me sirve. Pero sin memoria no hay justicia, dicen por ahí. Así es que nosotras, el Movimiento Feminista de Elqui, vamos a modificar esta petición a la nada: vamos a pedirle que no se lleve el recuerdo de ninguno de los hombres que a lo largo de la vida nos han agredido. Vamos a exigirle que nos deje muy vivo el recuerdo de todos los asesinos de mujeres. Y vamos a pedirle a la vida que permanezca siempre en nuestra memoria el recuerdo y la imagen de Patricia Balcázar, de Nabila Riffo, de Karol Pizarro y de todas las mujeres que han sido agredidas por un hombre, con o sin resultado de muerte: en su casa, en la escuela, en la sala de torturas o en la calle. Vamos a pedir a la ciudadanía que nos acompañe y vamos a decirles a todas las mujeres que ya basta de miedo. Vamos a decirles que no se rindan; que se apoyen en la solidaridad de otras mujeres, solas y agrupadas; que tal vez no lo sepan, pero somos muchas las que estamos trabajando contra el abuso. Estamos construyendo cambios, en nuestra propia conciencia y en la comunidad. Lo hace Patricia Balcázar Rojas todos los días. Y esa fortaleza y voluntad sí la celebramos.

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