
Este 28 de septiembre, en el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, nos convocamos en diversas latitudes para afirmar nuestra autonomía como mujeres y personas gestantes. Afirmamos nuestro derecho a decidir, de manera informada, segura y en libertad, sobre los proyectos de vida que construimos y sobre nuestros cuerpos.
Reunidas en las calles de distintas ciudades y localidades, manifestamos la convicción absoluta de que una sociedad justa es una sociedad en que las maternidades y las crianzas son elegidas, deseadas y voluntarias; pues es la única forma en que podrán ser vividas desde el cuidado y la plenitud. Jamás aceptaremos que sea una tarea impuesta ni un castigo social.
Para una plena autonomía, el acceso a la información es un pilar fundamental. Bien lo sabemos las organizaciones feministas, quienes hemos contribuido al bienestar de mujeres y disidencias al hacer accesible información segura sobre aborto, además de construir herramientas para vivir una sexualidad gozosa y libre. El aborto es tan sólo uno de los aspectos que conforman los derechos sexuales y reproductivos, puesto que también se requiere de una educación sexual integral para formar y formarnos en la toma de decisiones que respondan a nuestros propios deseos y necesidades sexuales, afectivas y reproductivas.
El aborto es una práctica que ha existido siempre y seguirá existiendo, mediante redes feministas autónomas, seguras y afectuosas de acompañamiento. Sin embargo, no podemos dejar de interpelar el sometimiento patriarcal de un Estado que infunde miedo y control con una educación sexual conservadora y moralizante, y con una despenalización limitada del aborto a las causales de embarazo por violación, riesgo de vida de la mujer e inviabilidad fetal.
En la actualidad existen diversas barreras que obstaculizan el acceso a dichas causales: la interpretación errónea de la Ley; la objeción de conciencia institucional; la falta de capacitación al personal de salud; la ausencia de fiscalización del Estado en la implementación de la norma; y la violencia estructural en la atención a mujeres y disidencias sexo-genéricas.
Por ello la despenalización del aborto debe ir más allá de la legalización. Es esencial que la sociedad en su conjunto respete la autonomía de cada mujer y persona gestante en tanto derecho fundamental, teniendo en cuenta que abortar o decidir no hacerlo es una experiencia íntima y personal. La penalización del aborto es una forma de violencia contra mujeres y personas gestantes. Su mantención produce clandestinidad, miedo y estigmas, entorpece la circulación de información e impide un ejercicio pleno de derechos.
¡LA ÚNICA CAUSAL PARA DECIDIR ES NUESTRA DECISIÓN!