Red Chilena
Sábado, Agosto 23, 2014
La reforma al sistema educacional chileno es sin duda de gran complejidad, y difícil, por el momento, imaginar su destino. Lo claro es que se bandea entre una variedad de intereses políticos y económicos, como lo muestran las discusiones cuando cualquiera de sus aspectos sale a la luz. Sin embargo, el androcentrismo que impregna a la educación en todos los ámbitos y niveles, que afecta a las mujeres tempranamente desde la educación parvularia, no está en las preocupaciones de la reforma, no es motivo de debate, aunque poco a poco va apareciendo desde distintas iniciativas de organizaciones sociales.
Erradicar el sexismo en la educación, desafío urgente
Cabe destacar que el sexismo no es el único sesgo ideológico en la transmisión cultural de la educación formal, también se encuentran interpretaciones sesgadas y omisiones en el relato histórico de los pueblos originarios, de los colectivos afrodescendientes, de la diversidad sexual, de los sectores empobrecidos y de todos aquellos que no son parte de la élite blanca dominante.
Hace tiempo las mujeres sabemos que la violencia nos afecta, de una u otra manera, a todas, en el transcurso de nuestra vida; muchas superan, aunque no olvidan episodios sufridos, algunas quedan con marcas crónicas y, otras, fatalmente no sobreviven para contarlo. Lo peor es que la violencia hacia las mujeres está tan naturalizada que muchas agresiones, acosos, abusos, no son considerados como tales, como tampoco el papel subordinado de las mujeres en la cultura androcéntrica.
También las mujeres sabemos que esta violencia, de manera consciente o inconsciente, se reproduce generación tras generación, por siglos, en las familias, los medios de comunicación, la publicidad, entre otros, y especialmente a través del sistema educacional, que influye en la formación de niñas, niños y jóvenes durante las etapas de mayores cambios y definiciones personales.
El estudio que realiza la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, sobre el sexismo en la educación, preliminarmente arroja resultados conocidos, que en general no han pasado mucho más allá del diagnóstico. El sexismo se expresa en las prácticas de aula, en los espacios que utilizan niñas y niños, en los contenidos curriculares explícitos, en el currículum oculto de género (1), en los textos escolares, constituyéndose en uno de los factores clave en la reproducción de la desigualdad basada en el género y la naturalizada supremacía masculina.
En la revisión de textos escolares de Lenguaje, Historia y Biología que utilizan alumnas y alumnos de Educación Básica y Media, se constata que las mujeres estamos ausentes en la construcción histórico cultural de nuestro país y del mundo.
La escasa o nula participación de mujeres en los hechos que se relatan, incluso la omisión de aquellos protagonizados exclusivamente por mujeres; su escasa o nula presencia en papeles de liderazgo; la escasa o nula recomendación de bibliografía, películas u otras manifestaciones artístico culturales producidas por mujeres, son la norma. Así también, la representación de las mujeres es mayoritariamente en roles secundarios y anónimos; con atributos poco valorados, y actitudes pasivas. Pero es necesario leer con ojo atento para darse cuenta de esto, porque es tan natural su ausencia que ni siquiera se echa de menos.
Este estudio encuentra una situación similar a la develada por otras investigaciones realizadas desde los años ‘90 hasta más de una década del siglo XXI: Binimelis y Blásquez (1992), Montecino (1994), Mella (2001), López (2008), Minte (2010), Amaya y Corrales (2011), entre otras. Sólo se aprecia algo que podría llamarse avance, en el intento de utilizar sustantivos en femenino y masculino, pero incluso esto no se sostiene en todo el texto y, más aun, sólo se ocupan en singular, los plurales vuelven al genérico masculino universal.
El androcentrismo, que se reproduce hasta el cansancio en la educación, y en los textos escolares en particular, tiene antecedentes: las fuentes que utilizan las y los autores son casi exclusivamente masculinas, fuentes que a su vez ya habían excluido a las mujeres en el relato histórico. Sus énfasis están puestos en guerras, héroes y en una élite dominante; en una visión jerarquizada de las relaciones sociales; en la valoración del trabajo productivo, constitutivo de ‘progreso’, y en una exaltación mágica de la maternidad, como apéndice ideológico de éste, que esconde la des valoración del trabajo reproductivo; en el desconocimiento, incluso criminalización, de los saberes y creación de las mujeres; en la omisión de su participación en todos los campos de construcción histórica del país y de la humanidad.
Han sido las propias mujeres quienes han revelado otra historia, en la que mujeres de distintas clases, razas, etnias, son protagonistas en las grandes transformaciones de todos los tiempos, pero como se constata en los textos, no son fuentes de consulta. Amanda Labarca, Elena Caffarena, Olga Poblete, Julieta Kirkwood, Edda Gaviola, Rosa Soto, Angélica Illanes, por mencionar algunas, han reconstruido la historia desde otros lugares y miradas. Lugares por donde las mujeres transitan procesos dialécticos que estaban invisibilizados; esos miles de pequeños actos de subsistencia, resistencia, creación, transformación, en una deriva histórica que no las había consignado; con miradas inclusivas de la diversidad, autonomistas, emancipatorias, que enfatizan en la construcción de lo que llamamos realidad.
Si queremos erradicar el sexismo en la educación formal, algunos de los desafíos urgentes son conocer la historia de las mujeres, y continuar el camino de construcción y reconstrucción histórica que ya comenzaron nuestras antecesoras.
(1)“Conjunto interiorizado y no visible, oculto para el nivel conciente, de construcciones de pensamiento, valoraciones, significados y creencias que estructuran, construyen y determinan las relaciones y las prácticas sociales entre hombres y mujeres”.
Lovering y Sierra. Citado en Material de apoyo con perspectiva de género para formadores y formadoras. Sernam, Hexagrama. 2007.